«The Arrival» o el poder del lenguaje

Hace ya algunos meses que se estrenó esta película, pero quienes la hayan visto sabrán que el tiempo es, en realidad, algo irrelevante.

Su director, Denis Villeneuve, nos cuenta la apasionante historia de la dra. Louise Banks (Amy Adams), una profesora de Lingüística que recibe el encargo de entenderse con unas criaturas alienígenas que han llegado a la Tierra. Pero The Arrival no es simplemente una película de ciencia-ficción. Es mucho más. De hecho, lo mismo hubiera dado si, en lugar de enmarcarse en un futuro no muy lejano, lo hiciera en Papúa – Nueva Guinea en la época de los Grandes Descubrimientos, porque el quid de la película está en el poder del lenguaje y la comunicación como herramientas de intercambio cultural y crecimiento personal.

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La historia se ha construido en torno a la Hipótesis de Sapir-Whorf que, si bien está absolutamente desfasada en el ámbito científico, resulta un marco fantástico para simbolizar hasta qué punto empaparnos de una lengua que no es la nuestra nos puede influir y abrir la mente.

La Hipótesis de Sapir-Whorf, que se formuló en los años 40 del siglo XX, vincula el lenguaje con la manera de conceptualizar la realidad. En su versión más estricta, que es la que subyace en esta película, la lengua modela completamente la interpretación del mundo de quien la habla. Así, el hecho de que, por ejemplo, el italiano carezca de una palabra para distinguir el color violeta del morado (ambos colores se denominan viola), implicaría que un italoparlante no sería capaz de distinguir entre ambos colores. Lo mismo ocurriría en español: mientras en italiano se distingue entre azzurro y blu, conceptualizados como colores diferentes, para nosotros son sólo distintos tonos del mismo color, azul. Pero lo cierto es que el ojo y el cerebro italiano distingue perfectamente el violeta del morado y el español el azul claro del oscuro, a pesar de que no tenga palabras diferentes para expresar el concepto.

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The Arrival se basa, pues, en una idea cuanto menos cuestionable y muy refutada por los lingüistas a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, pero no olvidemos que es una película y no un documental. Para lo que sirve esta hipótesis no es para explicar la relación entre el lenguaje y la cultura, sino para resaltar otra idea: como la lengua materna condiciona la manera de entender el mundo de sus hablantes, cuando estos aprendan la lengua de una cultura distinta, empezarán a comprender su entorno de la manera en que lo hace la otra cultura. Esto es precisamente lo que le ocurre a la dra. Banks: el intercambio lingüístico con los alienígenas, por un lado, pondrá de manifiesto los límites del lenguaje humano y, por el otro, le hará descubrir nuevos horizontes.

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En fin, a pesar de basarse en una hipótesis lingüística trasnochada y algún que otro tópico terrible (por ejemplo, el del lingüista políglota o el de la diferenciación clara entre ciencias y letras), la película es una maravilla.

Para empezar, está protagonizada por una lingüista que, a parte de ser mujer (se agradecen más heroínas en el celuloide), se dedica a una profesión que, para el gran público, carece de fama y, quizá, también de prestigio.

En segundo lugar, se han tomado la molestia de basarse en hipótesis lingüísticas que, aunque hayan sido rebatidas y superadas, constan en la Historia de la disciplina.

Por último, pero no menos importante, la película transmite a través del lenguaje un mensaje de tolerancia e intercambio cultural muy necesario en estos días: el lenguaje se considera un arma, pero también un regalo, porque cuando una cultura ofrece su lengua, regala también su espíritu.

 

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